Dinosaurios de Coahuila: de la expedición al museo
Latirhinus uitstlani
Presa de San Antonio, Parras de la Fuente
Luis Espinosa Arrubarrena

CUENTO

Limpiar al primer dinosaurio de Coahuila

Etapa 3: Preparación y museo

—¡Mamá, no puedo limpiar la blusa de mi muñeca, ya no sé qué hacer!
—Mira, ahí como que quiere salir. ¿Sabes? Esto me recuerda a lo que me platicaron dos investigadores el otro día, acerca de cómo se limpian los fósiles de dinosaurios.

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ARTÍCULO

Isauria, un dinosaurio con nombre propio

Quizá te sorprenda saber que el primer dinosaurio encontrado en México por mexicanos tiene un nombre propio: Isauria. Mucha gente se pregunta por qué se llama así, y han inventado muchas historias. Pero quizá te sorprenda aún más saber que es uno de los dinosaurios de los que más ha costado encontrar su filiación, ya que los científicos siguen haciéndose preguntas acerca de los huesos de su cráneo, en un debate que continúa hasta la actualidad.

Isauria fue uno de los hallazgos que ayudaron a abrir la puerta a la enorme riqueza paleontológica de Coahuila, y sucedió en un momento, a fines de los años ochenta, en que la gente no comprendía muy bien la labor de los científicos y los veía como una amenaza al patrimonio. 

Sin embargo, gracias a la labor de quienes trabajaron en su descubrimiento, como el maestro Luis Espinosa Arrubarrena, es que Isauria no sólo es el dinosaurio coahuilense por excelencia, sino uno de los fósiles más atractivos para los visitantes del Museo de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Museos que descubren mundos

Cuando era pequeño, Luis no contaba con nadie en su familia que le hablara de ciencia ni de paleontología… pero sí tenía una abuela materna a la que acompañaba a hacer encargos al centro de la Ciudad de México los fines de semana. Después iban a visitar cuanta iglesia y capilla se encontraran a su paso, hasta que, aburrido, el pequeño Luis pidió hacer algo distinto.

“Por cada iglesia que visitemos te llevaré a un museo”, le contestó su abuela. Así que gracias a este acuerdo pudo descubrir lugares como el Museo de Antropología, que en su momento estaba ubicado en la calle de Moneda, donde se sorprendió con la réplica del Penacho de Moctezuma. También visitaron el Museo del Chopo, donde se encontraba una réplica del dinosaurio Diplodocus carnegie. Estas visitas despertaron en él una fascinación por esas cosas hasta entonces desconocidas.

Ya en la escuela, la vida lo fue llevando por el interés de las ciencias biológicas, y su papá le planteó la idea de que se formara como químico farmacobiólogo para poner un laboratorio de análisis clínicos. Pero la química le resultó tediosa, ya que su interés estaba al aire libre: en las montañas, en los seres vivos y en la naturaleza. Así que decidió estudiar Biología en la UNAM. Y entre esas materias encontró su lugar en la paleontología, que lo llevarían al Instituto de Geología de la universidad. 

El coleccionista que abrió la puerta

En 1980, Espinosa ya se encontraba haciendo investigación para el Instituto, y su curiosidad por los mamíferos del periodo Cretácico lo llevó a recorrer todo el noreste de México, pero no tuvieron éxito en su búsqueda. Él y sus alumnos iban a distintos lugares y hablaban con la gente de los ejidos , preguntando: “¿No han visto conchitas?, ¿no han visto huesos de gigantes?”

Presa de San Antonio, Parras de la Fuente, Coahuila

En la ciudad de Torreón buscaron a coleccionistas y dieron con un médico, el doctor Luis Maeda. Él contaba con un pequeño museo, que hoy forma parte de la Universidad Autónoma de La Laguna. Uno de sus alumnos de la UNAM, Víctor Torres, descubrió un hueso de dinosaurio en uno de los cajones que contenía huesos de mamut. Entonces quisieron saber de dónde venía esa pieza y los llevaron a conocer el ejido Presa de San Antonio, en el municipio de Parras de la Fuente.

Encontramos un verdadero campo de dinosaurios. Casi para cualquier lado donde camines te encuentras algún resto, algún hueso, alguna vértebra”, dice Luis Espinosa. Habían encontrado el lugar, pero Isauria vendría algunos años después, cuando una expedición de paleontólogos canadienses encontró una pata de hadrosaurio. Esto llamó la atención del investigador, quien recién llegaba de completar su maestría en paleontología en Estados Unidos.

“En Presa de San Antonio encontramos un verdadero campo de dinosaurios. Casi para cualquier lado donde camines te encuentras algún resto, algún hueso, alguna vértebra”

Luis Espinosa Arrubarrena

“Conacyt nos dio la fabulosa cantidad de 15 mil pesos para que hiciéramos la expedición, que no servían ni para pagar la gasolina”, recuerda con humor. Los investigadores de la UNAM regresaron a Presa de San Antonio, hicieron una cantera y a lo largo de tres meses sacaron cinco toneladas de huesos. Así se llegó al descubrimiento de Isauria, a quien en principio definieron como un hadrosaurio, es decir dinosaurio pico de pato, aunque sería una historia larga para encontrar su lugar definitivo.

Un nombre que puso feliz a todos

No todo fue sencillo en el camino de los investigadores, sobre todo en su relación con los coahuilenses. En esa época existía mucha desconfianza hacia su labor. Como contaba Felisa Aguilar, muchas personas piensan que los paleontólogos son personas que llegan a “robar sus tesoros” y que no tienen interés por aportar algo a la comunidad. Nada más lejos de la realidad. 

“Causó mucho revuelo. Nos preguntaban a qué íbamos, y realmente la presión estaba cada vez más fuerte desde Saltillo, en contra de que estuviéramos ahí. Tengo parientes de Coahuila y me acordé de una de mis primas, la actriz Isaura Espinosa. Y así, sin que me pusiera de acuerdo con mis compañeros, dije en una conferencia: ‘venimos a rescatar a Isauria, el dinosaurio de Coahuila’”.

Esa declaración cambió toda la opinión pública al respecto, ya que la gente en Coahuila adoptó como propio a ese dinosaurio. Pronto recibieron apoyo financiero y logístico de los empresarios locales, los invitaron a dar charlas a escuelas y colaboraron con la Secretaría de Educación, donde un grupo de profesores ayudó a los paleontólogos en su labor. Ahí se formaron personas como Martha Carolina Aguillón.

El trabajo en el laboratorio

Los huesos de Isauria se prepararon en el Instituto de Geología de la UNAM, gracias a la labor de Luis Quintos y René Hernández. “El dinosaurio más clonado de México”, lo llama Luis Espinosa, ya que se han realizado distintas réplicas. Actualmente es una de las piezas más icónicas del Museo de Geología de la UNAM, ubicado en la colonia Santa María la Ribera. Es muy apreciado por los niños en las visitas escolares, quienes lo buscan con especial interés.

Luis Espinosa Arrubarrena

Ulices Adolfo Carrillo, quien trabaja con Espinosa Arrubarrena en el Instituto, dice que la parte de preparación que se realiza en el laboratorio es importantísima para el cuidado de los ejemplares ya que el material que está en rocas se puede llegar a romper. Como ya hemos comentado, los jackets ayudan a transportarlos desde el lugar de la excavación hasta el laboratorio.

Para limpiar las piezas se utilizan percutores para retirar los sedimentos. Siempre se trabaja con algún pegamento o endurecedor que vaya favoreciendo el cuidado del ejemplar y evitar las grietas. 

También se usan técnicas como el sand blaster, que es una máquina que limpia con un chorro de arena los fósiles, percutores de distintas medidas e incluso algunos ácidos. Sin embargo, en este último caso hay que tener en cuenta la roca donde se encuentra el fósil para que no se desintegre. “Son muchísimas horas de trabajo, eso sí, pero la clave es la paciencia”, agrega Ulices. 

“Los fósiles representan un patrimonio cultural y científico muy importante. De nada sirve que tengas una muy buena campaña de campo, que recojas esos fósiles, si no tienes un lugar en dónde depositarlos, y sobre todo que ese lugar quede como una biblioteca. Es una parte de las funciones de un museo.”

Luis Espinosa Arrubarrena

Además, se elaboran moldes o duplicados para contar con piezas de respaldo y poder exhibirlas al público. En muchos museos se siguen exhibiendo piezas originales, pero este proceso suele dañarlas, por lo que es una práctica que está ya en desuso. La idea es conservar lo mejor posible los originales para que se sigan estudiando. Esto es vital, sobre todo en el caso de Isauria.

Los fósiles representan un patrimonio cultural y científico muy importante. De nada sirve que tengas una muy buena campaña de campo, que recojas esos fósiles, si no tienes un lugar en dónde depositarlos, y sobre todo que ese lugar quede como una biblioteca. Es una parte de las funciones de un museo”, puntualiza Luis Espinosa Arrubarrena. 

¿Cómo era el Latirhinus uitstlani?

Isauria pasó por muchas asignaciones taxonómicas desde su descubrimiento, ya que los especialistas no se ponían de acuerdo acerca de su filiación. Durante muchos años fue el esqueleto restaurado de dinosaurio más completo de México y al inicio se consideró que era un hadrosaurio (pico de pato) similar al Kritosaurus

Fue hasta 2012 cuando una publicación científica lo describió como Latirhinus uitstlani, colocándolo como un miembro de la familia Hadrosauridae y de la subfamilia Saurolophinae (hadrosaurios no crestados). El nombre significa “nariz ancha del sur” y hace referencia a un amplio hueso nasal.

Sin embargo, en 2021, el paleontólogo Ángel Alejandro Ramírez Velasco y Luis Arrubarrena respondieron a la publicación de 2012 con una nueva revisión y redescripción, mencionando que el hueso nasal en realidad se trata de un hueso yugal (mandíbula) cambiando el aspecto visual del dinosaurio.

Por si fuera poco reportan que algunos de los huesos que se asignaron a este ejemplar sí cumplen con las características de Latirhinus uitstlani, pero otros corresponden a otros hadrosaurios no determinados. Así que Isauria pasaría a ser un lambeosaurino (hadrosaurio con cresta) similar al Velafrons coahuilensis, y por lo tanto tendría un “cambio de look”. 

Sin embargo, todavía se espera que este debate continúe, ya que forma parte esencial de la labor científica. “El trabajo de los científicos es caracterizar la naturaleza que nos rodea, darla a conocer a través de descripciones lo más objetivas posibles”, dice Espinosa Arrubarrena. “La ciencia es un compendio de errores que se tratan de corregir. A diferencia de las religiones aquí lo que importa es no creer, sino tratar de comprobarlo por ti mismo”.

Entrevistas y texto: JESSICA JARAMILLO

Ilustraciones: NATALIA LUNA
Edición: JOSÉ JUAN ZAPATA
Diseño web: JOSÉ JUAN ZAPATA

Dirección Amonite: QUITZÉ FERNÁNDEZ
Producción de audio: FELIPE PERALES
Locución: ELENA REYES Y ABIGAIL MUÑOZ

1 – Tlatolophus galorum

2 – ACANTHOLIPAN GONZALEZI

4 – Coahuilaceratops magnacuerna

Este artículo forma parte del proyecto “GIGANTES EN EL DESIERTO”, que fue posible gracias a una beca para la producción de trabajos periodísticos en temas de ciencia, concedida por la Fundación Gabo y el Instituto Serrapilheira, con el apoyo de la Oficina Regional de Ciencias de la UNESCO para América Latina y el Caribe.

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