Dinosaurios de Coahuila: de la expedición al museo
Acantholipan gonzalezi
Los Primos, San Miguel, Ocampo
Héctor Rivera

CUENTO

Cuatro dedos de sol para excavar

Etapa 2: Excavación

—¡Ximena, hora de entrar a la casa! Ya está por anochecer.
—Pero mamá, estoy a punto de realizar un gran descubrimiento en el jardín.

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ARTÍCULO

Un hallazgo debajo del sol 

Cuando eres un paleontólogo que trabaja en el campo puede llegar a ser un problema que el sol se oculte. Aunque se tengan lámparas para alumbrar, la luz natural siempre es mejor. 

Esto lo sabe muy bien Héctor Rivera, paleobiólogo del Museo del Desierto, quien es maestro en paleobiología por la Universidad de Bristol y ha realizado importantes descubrimientos de dinosaurios en Coahuila. Uno de ellos es el Acantholipan gonzalezi, encontrado en el año 2011. 

En aquella ocasión, Rivera trabajaba lo más rápido que podía junto a sus compañeros. Era el atardecer y comprobó que le quedaban cuatro dedos de sol, algo así como 20 minutos. “Recuerdo las prisas ya al final de la excavación. Fue determinar la hora por los dedos. Vemos cuántos dedos faltan para que el sol se esconda en el horizonte. Cada dedo implica alrededor de 5 minutos”. 

El sol marca también el inicio del trabajo en campo. Un día normal, sin que haya excavación, implica levantarse con la luz del astro. Quien está encargado del desayuno empieza a prepararlo y a las 9 de la mañana están ya en el desierto. El día incluye caminar hasta las 2 de la tarde, más o menos, dependiendo de la temporada, y de la temperatura. También de si es un día soleado, si es otoño, primavera, o finales del invierno,

“Si durante la prospección encontramos algo, empezamos la excavación, y lo que nos tome de tiempo. Obviamente para empezar tenemos que recabar ciertos datos taxonómicos. Por ejemplo cómo está el animal, qué cosas se están descubriendo junto con él, cómo pudo llegar a este sitio. Al final del día, como a las 5 de la tarde, regresamos al campamento y nos ponemos a ver el atardecer”. 

¿Biólogo o geólogo?

Héctor Rivera recuerda que desde los cuatro años de edad supo que quería ser paleontólogo, pues le gustaban mucho los dinosaurios. Para lograrlo hay que estudiar bastante. Pero el acercamiento a estos estudios depende del enfoque que se quiera hacer en los dinosaurios.

Héctor Rivera

Si los quieres ver como organismos que vivieron hace mucho tiempo, porque al fin y al cabo fueron animales, en ese caso puedes ser biólogo. Si quieres ver cómo era su forma de convivir en un ambiente con otros organismos, en qué edad vivió, no tanto entender al organismo como tal, sino en dónde se desarrolló, puedes ser geólogo.

“A mi me gustaba más estudiarlo como un organismo vivo y por eso fui biólogo. Pero tienes que hacer una maestría para enfocarte en el estudio de estos seres, por eso la hice en paleobiología.”

Encuentro casual

El hallazgo del Acantholipan gonzalezi se hizo por casualidad, en la localidad Los Primos cerca de San Miguel, en el municipio de Ocampo, Coahuila, en una zona donde en principio no pensaban buscar. Los paleontólogos esperaban la llegada de un camarógrafo que los iba a acompañar al sitio donde descubrieron otros restos, pero su viaje se retrasó y contaban con algunos días muertos. Así que unas personas de una comunidad cercana se ofrecieron a llevarlos a un rancho donde habían encontrado algunos fósiles.

“Y así anduvimos caminando por la zona hasta que encontramos unos huesos que eran un fragmento de un fémur. Ni la persona del ejido había encontrado eso, fue meramente fortuito”. Después de hacer la prospección, empezaron con la excavación.

San Miguel, Ocampo, Coahuila

“Lo bueno fue que lo descubrimos en la mañana. Todo el día nos la pasamos ahí, éramos 4 personas, eso permitió que hiciéramos una excavación más o menos grande y poder sacar todo.”

En total fueron dos días de excavación. No eran muchas piezas, ni tampoco eran muy grandes, y al parecer ya había habido cierta movilidad de los sedimentos. Se toparon con una vértebra dorsal y otra caudal, un fragmento de costilla, extremo distal del húmero izquierdo, extremo distal del fémur izquierdo y una espina osteodermal torácica distal.

Lo descubrimos en la mañana. Todo el día nos la pasamos ahí, éramos 4 personas, eso permitió que hiciéramos una excavación más o menos grande y poder sacar todo.

Héctor Rivera

“En ese momento sabíamos que era un dinosaurio. No podíamos determinar cual, porque los fósiles estaban sucios, rotos y no podíamos ver las características”. Así que cubrieron los fragmentos en algo que llaman jacket.

¿Qué son los jacket en paleontología?

Un jacket es una cubierta que se usa para proteger los fósiles. Se realiza con una capa de estaño sobre la cual se ponen vendas con yeso. Así quedan encapsulados y se pueden llevar al laboratorio sin que se muevan o se dañen más.

Héctor Rivera en pleno trabajo / Foto: Lucía Alfaro

Una vez en el laboratorio abrieron el jacket para trabajar con los fósiles, limpiarlos y quitar los sedimentos, es decir, la tierra y las rocas que se han adherido a ellos. Para eso usaron un percutor, un taladro como el que emplean los dentistas cuando limpian los dientes. 

Siguiendo las pistas

Para Héctor Rivera este es un trabajo casi de detectives, porque con muy pocas piezas arman un rompecabezas completo. Cada pieza es una pista, todo tiene un porqué. Por eso es importante el trabajo y la información científica, ya que sin esos datos no se tendría certeza de qué es lo que se acaba de encontrar. 

“Se van limpiando las piezas, voy separando cada una y tomando fotos. Luego reviso otros artículos descritos antes para saber a qué se parece, qué similitudes tiene cierto hueso, y así vamos descartando posibilidades”.

Pronto se dieron cuenta de que este era un dinosaurio con armadura. Algunos especímenes de este tipo contaban con un mazo en su cola para defenderse de los depredadores y combatir. A esa familia le llaman anquilosáuridos. Pero ese mazo no estaba presente en el ejemplar recuperado. Por eso los científicos se dieron cuenta que pertenecía a otra familia, a los nodosáuridos.

Si bien hay muchos nodosáuridos que se han descubierto en el mundo, sobre todo en Estados Unidos y el Reino Unido, el Acantholipan gonzalezi fue el primero que se encontró en México. Pero para que los científicos se dieran cuenta de que era una nueva especie pasaron varios años, hasta que otros colegas desarrollaran la filogenia que permitiera comparar las características de todos los nodosaurios que se han encontrado.

Parentesco entre dinosaurios

La filogenia es la relación de parentesco con otros dinosaurios. Los paleontólogos pueden consultar una base de datos para comparar los parentescos entre varias especies, para saber si algún hueso pertenece a una especie ya descrita o si existe la posibilidad de que sea una especie nueva. Así, en junio de 2018 se realizó la publicación del espécimen como nuevo género en el número 20 de la revista científica Swiss Journal of Palaeontology

“El obstáculo más grande fue que las filogenias que había en ese momento eran muy escuetas. Fue hasta 2016 – 2017 cuando salió publicada una muy buena filogenia de los nodosaurios. Y de mera casualidad dije: vamos a meter los datos de este dinosaurio a ver si podemos hacer algo. Y sí, efectivamente se pudo y retornamos al proyecto.”

Un equipo multinacional

El equipo de trabajo estuvo integrado por investigadores del Museo del Desierto de Saltillo, Coahuila, el Staatliches Museum für Naturkunde Karlsruhe, la Universidad Heidelberg de Alemania, y el Museo de Paleontología “Eliseo Palacios Aguilera”, de Chiapas

El trabajo de paelontólogo es muy arduo, pero es muy bonito. Podemos caminar bajo el sol durante días sin encontrar nada, y en el último momento del último día, encontrar lo que valga la pena de esa salida. Y entonces es algo muy gratificante.

Héctor Rivera

“Es como un trabajo de equipo en la escuela. Los alemanes son con quienes más trabajamos. Uno es geólogo y se dedica a amonites y a los estratos. Otro es experto en reptiles voladores y marinos y hace un poco de paleoecología. Yo hago investigación en dinosaurios, ahí nos complementamos. Obviamente los fósiles nunca salen de México. Si me dicen: “oye, necesito checar algo”, hacemos una réplica y la envío, o compartimos fotografías.”

También se realizó un modelo de tamaño original del nodosaurio, de 3 metros y medio, para mostrarse en la exposición “Dinosaurios ahora”, del Museo del Desierto. 

“El trabajo de paelontólogo es muy arduo, pero es muy bonito. Podemos caminar bajo el sol durante días sin encontrar nada, y en el último momento del último día, encontrar lo que valga la pena de esa salida. Y entonces es algo muy gratificante”.

Modelo 3D del Acantholipan gonzalezi exhibido en el Museo del Desierto / Foto: Priscila Enríquez

¿Cómo era el Acantholipan gonzalezi?

Es muy probable que este nodosaurio tuviera una vida parecida a la de los hipopótamos y que viviera agusto en el agua, aunque no nadara. Se cree que comía plantas cercanas al río, ya que era hervíboro. Y también pudiera ser que viviera en familia, como los hipopótamos. 

Eran animales pesados, de cuatro patas, con una poderosa coraza que les ayudaba a protegerse de los peligros y los depredadores, y sin mazo en la cola, como ya se mencionó. Tenían unas espinas en la cadera que se iban haciendo más pequeñas al final de la cola. También tenían una cabeza más o menos pequeña, con dientes pequeños, útiles para triturar plantas. 

Probablemente, como los ceratópsidos (dinosaurios con cuernos), dormían en grupos familiares, la cría pegada a la mamá y los otros cerca, para cuidarse entre sí.

“Si hay algo que tenemos de evidencia en los ceratópsidos es que cuidaban a las crías pequeñas, los saurópodos, los dinosaurios de cuello largo, también cuidaban a los pequeños en las manadas. Y si hacemos  caso a la evidencia de los nodosaurios de Inglaterra muy probablemente también defendieran a los pequeños”.

Entrevistas y texto: JESSICA JARAMILLO

Ilustraciones: NATALIA LUNA
Edición: JOSÉ JUAN ZAPATA
Diseño web: JOSÉ JUAN ZAPATA

Dirección Amonite: QUITZÉ FERNÁNDEZ
Producción de audio: FELIPE PERALES
Locución: ELENA REYES Y ABIGAIL MUÑOZ

01 – Tlatolophus galorum

03 – Latirhinus uitstlani

04 – Coahuilaceratops magnacuerna

Este artículo forma parte del proyecto “GIGANTES EN EL DESIERTO”, que fue posible gracias a una beca para la producción de trabajos periodísticos en temas de ciencia, concedida por la Fundación Gabo y el Instituto Serrapilheira, con el apoyo de la Oficina Regional de Ciencias de la UNESCO para América Latina y el Caribe.