Gerardo y las voces del corazón

Gerardo Romo Arias descubrió que las historias más importantes están en las personas que muchos ya no miran: los abuelos y abuelas.

Por: Dani Monreal

Había una vez un niño llamado Gerardo que vivía en Zacatecas y le encantaba contar historias. Aunque no escribía historias todavía, sí grababa partidos de futbol, básquetbol y béisbol como si fuera narrador profesional. Le gustaba imaginar que el mundo escuchaba lo que él tenía que decir.

Pero con el tiempo, Gerardo Romo Arias descubrió que las historias más importantes no estaban en los juegos, sino en las personas. Especialmente en aquellas que muchos ya no miraban: los abuelos y abuelas.

Desde pequeño, Gerardo tuvo a su lado a sus abuelitas Margarita y Chelo, y a don Pete, quienes le enseñaron el valor de la ternura, la experiencia y la paciencia. Más adelante, cuando su papá enfermó, él lo acompañó al hospital y fue ahí donde vio algo que le partió el corazón: personas mayores cuidando de otras personas mayores, sin ayuda, solo con cariño y fuerza.

Ese momento lo marcó. Entonces decidió usar su talento para contar las historias de quienes casi nunca salen en las noticias. Así nació un texto llamado “Amor adulto en la sala de urgencias”, donde escribió sobre el amor, el dolor y la esperanza que vio entre los pasillos del hospital.

Y no se detuvo ahí. Gerardo creó El Semillero 65, un lugar en internet donde las personas mayores pueden compartir lo que han vivido, lo que sienten y lo que saben. Porque para él, en cada abuelo y abuela vive un mundo entero que merece ser escuchado.

Un día, Gerardo recibió una gran noticia: la Comisión de Derechos Humanos de Zacatecas le otorgó el Premio Estatal de Derechos Humanos y Cultura de Paz por su reportaje. Fue durante el Día de la Libertad de Expresión, y ahí le dijeron que su trabajo ayudaba a sembrar conciencia y a dar voz a quienes han sido silenciados.

Gerardo no escribe desde lejos. Él escribe desde el corazón, desde el recuerdo de sus abuelas y desde el hospital donde vio la fuerza de los adultos mayores. Y lo hace porque cree que todos merecen una vejez digna, donde se escuchen sus historias y se reconozca su valor.

Desde entonces, Gerardo sigue contando historias que importan. Y cada vez que alguien lo lee, otra semilla de respeto y amor florece en el corazón de quien lo escucha.