Cuando era pequeña Julieta quería ser una hada con varita mágica para acabar con la pobreza. También soñaba con tener un elefante en Navidad y con ser mamá de 12 hijos.
Aunque esos deseos no se cumplieron, descubrió algo que cambiaría su vida: era excelente en matemáticas y en su casa había libros de astronomía con imágenes sorprendentes. Así empezó su curiosidad por el universo.
Julieta se hizo astrónoma y tenía un talento especial: explicar la ciencia de forma sencilla y divertida.
Contaba cosas tan fascinantes como:
El por qué el cielo es azul.
Que los extraterrestres podrían ser morados y no verdes.
Que en nuestro cuerpo hay átomos que alguna vez formaron parte de dinosaurios.

Para Julieta, la ciencia era un tesoro. Decía que “la ciencia es una fuente inagotable de felicidad”.
Las matemáticas eran su mejor medicina: cada vez que estaba triste, resolvía problemas divertidos y se sentía mejor.
También hablaba de lo importante que es que las niñas y mujeres puedan dedicarse a la ciencia. Ella decía que no hay que ser perfectas, sino curiosas y valientes.
Julieta escribió más de 40 libros, dio clases en televisión y conferencias en muchos lugares. Su nieto aprendió de ella que hasta los átomos (invisibles a simple vista) forman parte de todo lo que existe.
Hoy Julieta ya no está en la Tierra, pero su voz sigue inspirándonos a mirar el cielo. Ella decía que todos somos polvo de estrellas… y ahora, ella también brilla entre ellas.
La próxima vez que mires las estrellas, recuerda a Julieta Fierro y piensa: ¿qué secretos del universo quiero descubrir yo?